Las altas temperaturas requieren un cuidado especial
A pesar de que no existen evidencias científicas de que la llegada del calor comporte un mayor número de crisis en las personas que sufren epilepsia, la canícula, la humedad que a menudo impedir conciliar el sueño y la deshidratación son factores que pueden inducir a sufrir convulsiones, una circunstancia que puede evitarse siguiendo algunas sencillas pautas.
Tomar un baño fresco, aunque evitando los excesivos contrastes entre frío y calor; aumentar el consumo de líquidos sin esperar a que la sed lo pida y mantenerse así bien hidratado, dejando al lado las bebidas azucaradas y el alcohol; ingerir comidas ligeras, como ensaladas, frutas o sopas frías, que ayudan a reponer las sales perdidas debido al sudor; y bajar las persianas para que el sol no deslumbre, son algunas de las recomendaciones para soslayar tanto como sea posible las crisis de epilepsia.
Con la llegada de las ansiadas vacaciones es muy frecuente que se alteren los horarios de descanso. Es muy importante asegurarse de mantener una buena higiene del sueño, durmiendo a diario entre siete y nueve horas. Trasnochar o exponerse a luces brillantes, especialmente si son intermitentes, como las que puede haber en establecimientos nocturnos, podría conllevar crisis epilépticas por fotosensibilidad, así que lo mejor es evitar estas casuísticas.
Sin lugar a duda, el deporte es sumamente beneficioso para cualquier persona, sufra o no un trastorno, dado que proporciona enormes beneficios tanto a nivel físico como mental, y a las personas con epilepsia suele ayudarles a controlar las crisis. Sin embargo, hay que evitar todo deporte de riesgo, como el submarinismo o el manejo de una moto acuática. También es muy recomendable la natación muy cerca de la orilla del mar o remar de forma muy pausada en un lago cerrado. Si esta última actividad se realiza junto a alguien de confianza, sobre la misma embarcación o en paralelo y comprobando previamente que no haya olas ni corrientes de agua, se torna no sólo más segura sino, también, más placentera. Por el contrario, el surf, la vela o el paddle, por mucho que pueden realizarse acompañado, son especialidades deportivas que será mejor evitar.
Si una persona que ha sufrido con anterioridad alguna crisis epiléptica decide bañarse sola en la piscina o el mar, lo mejor es que informe al socorrista de su condición para que le preste especial atención en caso de que pueda necesitar su ayuda. Asimismo, lo más seguro es no alejarse de aquellas zonas en las que se pueda permanecer de pie y evitar completamente que el agua pueda cubrir todo el cuerpo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reitera que, como en cualquiera de los deportes acuáticos recomendados, lo mejor es ir siempre acompañado de alguien que, caso de producirse convulsiones, pueda sujetar la cabeza de la persona que las sufre fuera del agua, de modo que el pánico no aparezca y pueda derivar en una situación de riesgo.
En el caso de veranear en la montaña, es conveniente evitar el alpinismo o el senderismo que conlleven subidas y bajadas frecuentes. En el caso de la bicicleta, siempre sobre terrenos planos y con casco, agua para mantenerse frecuentemente hidratado y ropa transpirable.
No se trata de tener miedo en absoluto, sino de disfrutar del verano, pero siempre procediendo con cautela y sin ponerse en situaciones que puedan derivar en inseguridad o intranquilidad.